Cierto día, estaba haciendo un bonito retrato de su huerto, cuando vio una gatita que pasaba por allí muy aprisa y no dudó ni un instante en seguirla. Parecía que llevaba un trozo de carne en la boca. La gatita se dio cuenta de que la seguía; así que, aligeró el paso hasta llegar a un gran árbol que tenía un agujero; se metió y al momento volvió a salir a por más carne.
-¡Qué extraño! -pensó, y quería mirar a ver qué había y por qué se había llevado esa gatita la carne de la barbacoa, pues su familia estaba a punto de llegar.
Estaba a punto de asomarse al agujero, cuando escuchó que un perro de raza pequeña le empezó a ladrar amenazante, y decidió volver con el cuadro. Cuando llegó ya estaban allí Carlos y Gustavo para preparar la barbacoa.
-¡Maldito gato! ¡Fuera! -gritó Gustavo.
-¡Vaya, menos mal que aún nos quedan las otras carnes! -dijo Carlos.
-¿Menos mal? ¡De menos mal nada!¡Se ha comido las chuletas! -dijo enfadado Gustavo- ¿Y tú, papá, por qué no la has detenido? ¡Idiota, se nos ha arruinado la barbacoa y solo por no detener a ese estúpido gato! -añadió cuando vinieron todos los demás.
Paquito parecía triste.
-¿Qué le pasa al abuelo?- preguntó Alba a su prima Elsa.
-No lo sé -contestó Elsa.
-Vamos a preguntarle -añadió Alba, y las dos primas fueron a preguntarle.
-Un gato se ha llevado las chuletas y Gustavo se lo ha tomado muy mal, me ha regañado -les contestó su abuelo y las llevó al árbol-. Bueno, yo me voy a hacer el chorizo, adiós.
Las dos miraron a ver qué pasaba en ese árbol y no os imagináis lo que pasaba... una perra estaba gordísima, iba a tener cachorros.
-El chorizo está listo -les avisó Sergio.
Ese día el abuelo acabó su dibujo y ellas le contaron que en el árbol una perrita iba a tener cachorros. Al día siguiente el abuelo tenía que retratar algo para un curso de pintura que estaba haciendo. Estaba desesperado, no sabía qué pintar.
-¿Qué puedo pintar? -se pasó todo el día así.
-¿Por qué no entregas el que hiciste ayer? -le preguntaron.
-Porque ese es para el cuarto de jugar -respondía él.
-Ya sé, puedes pintar los cachorros de la perra que está en tu huerto -dijo Alba.
-Sí, los pintaré.
Eso hizo y al final le felicitaron por el buen trabajo que había hecho.
Sólo quedaba un problema: ¿Qué podría el abuelo hacer con los cachorros? Pues cuidarlos él.
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